domingo, 3 de julio de 2011

La caída de los gigantes

Después de Un mundo sin fin, al que probablemente le sobren las últimas trescientas páginas, acabo de leer el primer volumen de la trilogía The Century del escritor galés Ken Follett. Otro tocho importante, superando las mil páginas, aunque para mi satisfacción contenga cinta marcapáginas en la edición que compré en el Círculo de Lectores...

Me ha llevado veinte días terminarlo, bastante menos de lo que en un principio pensaba. Y tengo que decir que el resultado ha sido también bastante mejor de lo esperado. Por lo menos no siento que le sobre nada... aunque tampoco pueda decir que tendría que desarrollar más la trama... No obstante, no es redondo.

La caída de los gigantes es la historia de cinco familias desde los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial hasta los primeros años veinte. Los Fitzherbert, nobles ingleses; los Williams, proletarios galeses; los Peshkov, proletarios rusos; los Von Ulrich, nobles alemanes y los Dewar, "nobles" estadounidenses. 

El autor nos muestra la vida de la época, recreada de un modo aceptable y a través de los ojos de sus personajes vemos cómo Europa dirige sus pasos firmemente hacia el desastre más absoluto. Recrea la euforia de los primeros días de la guerra y su exaltación patriótica en las naciones más importantes de Europa, hasta el profundo horror y hastío de la guerra de trincheras. Vemos también los inicios de la Revolución en Rusia hasta el triunfo de los bolcheviques de Lenin y también la deriva aislacionista de los Estados Unidos hasta su participación en la contienda. Al finalizar ésta, somos también testigos del revanchismo imperante en las potencias vencedoras y la humillación de Alemania que, ya sabemos, llevará a la galopante hiperinflación de los años veinte, el triunfo del nacionalsocialismo y la Segunda Guerra Mundial. 

Entretejidas en este monumental tapiz hay otras tramas e historias, principalmente la lucha de clases o el sufragismo feminista. Ayudan al lector a ponerse en ambiente y permiten al autor mostrar su grado de documentación. Sí, hay algunos fragmentos que no son otra cosa que un ejercicio de soberbia por parte del autor: fijáos qué conocimientos tengo de la época y qué bien los expongo. Esto no es algo necesariamente malo, pero si no se aporta nada a la novela no acabo de ver claro por qué se hacen estas cosas... El final es especialmente representativo, en el que se nos refleja la sociedad alemana de principio de los años veinte y se nos describe que una barra de pan cuesta mil millones de marcos o que un dólar americano se cambia por un billón de marcos. Cierto que era así, pero la forma de plasmarlo es superficial, hasta cierto punto académica, y no cuadra con el tono del tocho.

Como decía, la novela tiene un amplio reparto coral, aunque también parece que el autor prefiere a algunos sobre otros. Los Williams sobresalen sobre los Fitzherbert, a los que se enfrentan en múltiples ocasiones saliendo siempre bien de la situación; son los héroes de Inglaterra. La única que se salva es Maud, la sufragista, que consigue un dulce fin a su historia con Walter Von Ulrich, a pesar de tener que mudarse a la Alemania desgarrada por la guerra.

Los personajes apenas se desarrollan. Son los mismos tras mil páginas que al inicio. Únicamente envejecen, porque sus convicciones y motivaciones están labradas en dura piedra, inamovible al paso de los años. Por tanto, son poco creíbles. Es más, algunos son poco creíbles en sí mismos, y la palma se la llevan los Williams: modestos proletarios, trabajadores de la mina, sirvientas... pero más bien parecen burgueses en las posiciones que adoptan y sus argumentaciones. Cuando lo más probable es que sean analfabetos o, en el mejor de los casos, casi analfabetos (el propio William Williams deja la escuela a los trece años para entrar a trabajar en la mina), parecen casi eruditos cuando de revolución social se trata o casi abogados para defender su causa en el consejo de guerra de William. 

Además de que, no solo se encuntran cerca de importantes personajes históricos, sino que gozan de su total confianza y parecen comprenderlos aún mejor que ellos mismos. Comprendo que esto es una licencia o recurso del autor, pero es que con Follett es demasiado evidente y disminuye mi interés. Entiendo que cn esto se pretende ampliar el marco de la historia, pero el resultado es más bien utópico.

Lo bueno es que se lee rápido y bien, una vez el lector asume que se encuentra ante un best-seller de consumo rápido y no se intenta buscar tres pies al gato ni doble sentido a lo que solo tiene uno. En mi caso se añade el interés por una época poco trillada como el conflicto de las trincheras (aunque La caída de los gigantes dista mucho de ser un tratado sobre el mismo). Poca cosa, para semejante derroche de papel.

El veredicto en este caso es ni chicha ni limoná. Un cinco raspado para una lectura para amenizar el veranito, sin más pretensiones.

Eso sí, a años luz de Dan Brown.

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