domingo, 27 de noviembre de 2011

Vampiros adolescentes

¿Qué puede llevar a un ser que posee la vida eterna, aunque ésta sea una eterna maldición a volver al instituto? Esta sencilla pregunta, sin aparente respuesta razonable, encierra en sí misma el sentido que tiene la saga Crepúsculo, que nos castiga con su nueva entrega Amanecer I (sí, amigos, habrá un Amanecer II). 

No ha sido suficiente con Crepúsculo, Luna Nueva o Eclipse. El mundo no está preparado para esto, pero nadie puede remediarlo.

 Hace unos cuantos años fui confiadamente al cine con mi santa esposa, fanática de las historias de vampiros (lo más cerca al frikismo que estará, la pobre). Había visto en la tele un anuncio de Crepúsculo, pero no tenía mucha idea de qué iba la peli.

Debí sospechar cuando vi el cine plagado de jovencitas hiperhormonadas que no paraban de cotorrear y que, por lo que parecía, no era la primera vez que iban a ver la peli. "No pasa nada - pensé - También yo he ido alguna vez dos veces a ver lo mismo". No fui capaz de prever el horror que iba a desplegarse delante de mis ojos, que por pura suerte no se derritieron allí mismo.

Edward Cullen (el cara de palo Robert Pattinson) es maaaaaalo, muy malo. El terror de las nenas, distante y provocador. Un James Dean un poco pálido.


Bella Swan (la no menos cara de palo Kirsten Stewart) es la niña modosita que se siente atraída por el chico malo. Recién mudada a casa de su papito en el lluvioso estado de Washington (capital Seattle... noooooooo; un villorrio llamado Olympia), donde hay muchos árboles y llueve todo el día.

Lo aderezamos con un poco de misterio, pero poquito, no se vaya a aburrir el personal, y un triángulo  amoroso de esos que tanto nos gustan, y ya tenemos el cóctel con el que podremos dominar el mundo.

Hay un poquito de todo: vampiros vegetarianos, hombres lobo, vampiros normales, clanes de vampiros, escenas en Italia (donde descubrimos que los vampiros brillan cuando les da el sol)... Y unos protagonistas (Robert Pattinson y Kirsten Stewart) pretendidamente glamourosos y carismáticos, pero que no da más que grima.

¡Cuánto he sufrido en esas salas de cine! ¡Cómo me hierve la sangre con las caras que se ponen, para no llegar a ninguna parte, nunca! ¡Cuántas veces me han dado ganas de levantarme y plantarles un soplamocos a cada uno! Así, uno del derecho y otro del revés.

Entiendo que estas cosas tengan su público, porque tiene que haber gente para todo. Pero cosa más ñoña, previsible y vacía hace mucho tiempo que no he tenido ocasión de disfrutarla.

Esta vez me he negado en banda a acudir a los Yelmo. La escena del tráiler en que Bella se toca la barriguita, presumiblemente embarazada de Eduardo, me da un repelús tremendo. Mi integridad mental no soportaría el bofetón de realidad de demostrarse lo que sospecho.

De verdad, no los aguanto. ¡Y pensar que este Pattinson estuvo a puntito de ser el nuevo Peter Parker!


domingo, 20 de noviembre de 2011

El libertador de Germania

Hace poco comentaba El último querusco, primer volumen de la tetralogía (aún trilogía) de Teutoburgo. No quedó muy bien parado, pero había decidido llegar hasta el final. Nunca se sabe, algunas veces estas cosas remontan. Como pasó con..., bueno... esto... ahora no se me ocurre ningún ejemplo.

Y exactamente ése ha sido el resultado. Liberator Germaniae tiene muchos de los defectos del primer volumen y casi diría que menos virtudes. Carga además con el problema que suelen acarrear los segundos volúmenes de una trilogía: son volúmenes de transición; nada o poco importante ocurren en sus páginas. De hecho, el único ejemplo en contra que se me ocurre, viene de la cinematografía: El Imperio Contraataca

.Liberator Germaniae es un libro denso, al que el recargado estilo de Artur Balder, aunque en esta ocasión se haya relajado en cierta medida, no ayuda. Hay que hacer un verdadero esfuerzo para continuar y pasar páginas y más páginas de lo que es una apología del bárbaro, no ya sesgada sino abiertamente partidista, y excesivamente crítica con Roma.

Pero es que, además, los capítulos que transcurren en la Ciudad Eterna, no parecen sino una transcripción de la maravillosa Yo, Claudio, de la BBC, basada en la no menos maravillosa obra de Robert Graves. No hay nada original en ello y, cuando digo nada, quiero decir nada. Hasta me parece estar viendo los rostros de los protagonistas de la serie...

Artur Balder continúa sin documentarse en serio. Esta vez son dos errores garrafales los que claman al cielo y desmerecen el amplio glosario que aparece al final del libro: el primero de ellos viene cuando el personaje de Paterculus, el que parece ser único romano honorable, cita a Séneca en un ejercicio de cultura impresionante, ya que éste debía tener unos doce años por aquel entonces; el segundo, nombrar a Britania como provincia del Imperio cuando ésta fue conquistada por Claudio, alrededor del año 50 de nuestra era. Sí, Julio César desembarcó en Britania, derrotó a Casivellauno y tal, pero NO consolidó la conquista y regresó a la Galia Comata. También atravesó el Rhin y derrotó a los germanos, pero aquí sí que acierta Artur Balder en no dar rango de provincia a Germania. 

Hay dos cosas de las que no estoy seguro, pero que dejo aquí también: no sé si los romanos usaban silla de montar; estribos no, de eso estoy seguro, pero la silla... tengo mis dudas. El segundo tema corresponde a la política de Roma con los soldados auxiliares: normalmente los enviaba a trabajar a lo más recóndito del Imperio, lejos de sus tierras originales para evitar veleidades de libertad; en cambio, Armin trabaja en Panonia e incluso participa en correrías por Germania... Cuando menos, dudoso.

También tengo que asumir una inconsistencia en un razonamiento: comenté que el centurión Cazarratas no me parecía creíble ya que afirma haber luchado con Julio César y aquí nos lo encontramos 50 años después de su muerte... El caso no es tan exagerado, pero el personaje de Casio Querea es real: sobrevivió a la Batalla de Teutoburgo en el año 9 y luego fue uno de los conspiradores que asesinaron a Calígula en el año 41. La diferencia no es tan grande (32 años frente a cincuenta y pico), pero la posibilidad podría darse...

En resumen, no voy a darle más que un tres (algún día tendré que revisar si he puesto alguna nota más baja... posiblemente a Nocturna), pero con perspectiva negativa.

¿Por qué leerlo, entonces? 
Buena pregunta.

martes, 8 de noviembre de 2011

La campana de Gauss

Carl Friedrich Gauss fue un genio. Además de eso, se convirtió en la pesadilla de decenas, cientos, miles... ¡qué digo!... cientos de miles de estudiantes. Su nombre aparece en matemáticas, estadística, física, electricidad, magnetismo...Desde EGB hasta la carrera de ingeniería, pasando por BUP y COU (lo sé, soy viejo), su nombre aparece sin piedad en mis apuntes y libros, mientras los ojos se derriten vagando por las infumables ecuaciones de las que fue prolífico autor.

Es el teórico que describió la curva de probabilidad normal. Esta distribución de probabilidad se encuentra en muchos fenómenos naturales y tiene relación con lo que hoy quiero comentar, que es la siguiente teoría: el interés de una persona, aunque sea un friki, en una afición o dedicación determinada, sigue una distribución normal. Al principio el interés crece con rapidez, pasa por una fase de estancamiento y posteriormente decrece hasta, en el peor de los casos, desaparecer por completo. 

Fuente: Wikipedia


Llevo bastante tiempo pensando en ello y el mismo blogger parece confirmar esta teoría: no hay más que entrar en una bitácora, por ejemplo esta misma, ir hacia la parte superior de la pantalla y pinchar en "siguiente blog". De modo totalmente aleatorio (creo que no es así, sino que blogger discrimina por temática) entraremos en otra bitácora. Busquemos ahora los datos que reflejan el número de entradas por año y nos encontraremos que las cifras suben hasta llegar a un máximo y luego disminuyen hasta desaparecer (el blog ha sido abandonado).

¿Por qué?

Pienso que esto se debe a que llevar un blog requiere dedicación, esfuerzo. Uno se levanta un día y dice "voy a escribir un blog, el mejor del mundo". Pero se hace duro, porque al principio no te lee nadie ni por equivocación. Con suerte entra algún incauto y lee alguna entrada. Con más suerte aún, ese incauto se engancha y repite. Si te toca la lotería, se convierte en seguidor. 

No nos equivoquemos. La oferta en internet es exagerada y lo más normal es que nuestro blog pase desapercibido. Así que cada día cuesta más ponerse delante del teclado y expresarse. Hasta que decidimos que no tiene sentido, y a otra cosa y si te he visto no me acuerdo. 

Así nacen y mueren los intereses, a veces peregrinos, de las personas.

Aprovecho para daros las gracias a todos vosotros, los que estáis al otro lado. A los siete iconitos que veo en el margen derecho de la pantalla y a los que, aunque no dejéis foto, me consta que entráis por aquí de vez en cuando. 

¡Snif!