sábado, 28 de enero de 2012

Homenaje

El 2 de octubre de 2011 cumplí 10 años en mi empresa, Dräger. Da vértigo pensarlo: un chicuelo de provincias se lía la manta a la cabeza y se muda a Madrid en busca de una oportunidad, sin apenas saber lo que es la vida. Porque como muchos otros de mi generación, viví hasta los veintiocho años en una urna de cristal, protegido por mis padres y con todos los gastos pagados. 

Pues eso, que hace ya más de diez años me tocó hacer las maletas, una "leyenda urbana" más, como nos calificó el sátrapa de Asturias, Tini Areces, negando la evidencia de que en el Principado no había trabajo para la gente joven, que tenía que buscarse las habichuelas fuera de casa. 

Comencé la andadura con ilusión, pero también con incertidumbre. Ya no se estila que las personas permanezcan varios años en la misma empresa, sino que rotan en cortos períodos de tiempo. Quizá en este sentido Dräger sea una excepción, porque la gran mayoría de mis compañeros llevan un buen carro de años a sus espaldas.  Y quizá también se juntó el hambre con la gana de comer, porque a mí no me van mucho los cambios. Soy un hombre de rutinas y así me encuentro cómodo. Asi que, digamos, entré en el sitio justo en el momento justo en que era capaz de asumir el giro que daba mi vida.

En estos diez años ha habido de todo. Buenos y malos momentos. Si este fuera el momento de hacer balance no dudaría en que pesa mucho más lo bueno que lo malo. Un trabajo atractivo, con proyectos cambiantes que no me encasillan haciendo siempre lo mismo; oportunidad de relacionarme con personas y personajes muy variados; reconocimiento personal (ya he asumido que no me haré rico aquí, pero por lo menos Dräger paga las nóminas puntualmente a fin de mes); respeto a las personas y a las circunstancias...

Por supuesto no todo es de color de rosa. Sobre todo al principio, el día a día resultó muy duro. Carmen y yo no conocíamos a nadie en Madrid, la relación con los compañeros no da para desarrollar una amistad real (diferencias de edad y, sobre todo, de intereses), así que nuestra vida social se reducía a alguna salida de vez en cuando y mucho cine y centro comercial. Trabajando los dos, no había otra, chico. 

Además, en ocasiones, la tensión es grande. Los marrones parece que se hinchan como una nebulosa hasta hacerse inmensos; te encuentras con clientes (internos y externos, no vamos a negarlo) con los que hay choques o que van de sobrados (siempre he sido de mecha corta, pero desde la tolerancia; humilde hasta que me tocan las narices, pero por lo menos ya sé con quién me tengo que jugar los cuartos). Esas termporadas mi primera acción del día es ir al baño a vomitar. Así, sin más. Me levanto y al baño. La tensión se me acumula y tiene que salir por algún lado... Pero hasta ahora he sobrevivido, y me queda cuerda para rato...

Me voy por las ramas y no he llegado al meollo: a los diez años la empresa da un homenaje al trabajador, consistente en regalar una pluma (de calidad, por supuesto) y un diploma de agradecimiento. La entrega se hace durante una opípara comida a la que asisten las fuerzas vivas (el cura, el maestro y el boticario de toda la vida). 

A mí me tocó el pasado lunes, 23 de enero. Fuimos a Luarca, marco incomparable y comimos en el restaurante El Barómetro (altamente recomendable y a un precio que todavía se puede pagar): unos espárragos rellenos con oricios y cubiertos de salsa de nata y 4 kilejos de bogavante, regados con un buen vino blanco, una interesante tertulia y una mejor compañía (el esfuerzo de los que vinieron de fuera por acompañarme ha sido un detallazo). Todavía no tengo fotos de tan magno evento, pero ya me llegarán y las colgaré. 

Tengo puestos los ojos en la próxima meta: alcanzar mis bodas de plata en Dräger y conseguir el Rolex que lleva aparejado tal homérico logro. 

¿Quién sabe? Hace diez años veía llegar hasta aquí igual de lejos que veo ahora el relojazo.

Y llegamos. Vaya si llegamos.

domingo, 22 de enero de 2012

Invictus

El otro día no tenía nada que hacer en casa (bueno, no me apetecía mucho poner la consola o el PC para echar una partidita) así que me fui a ver qué tenía pendiente de ver y di con esta Invictus, que me llamaba la atención.

Peli del bueno de Clint Eastwood, cuenta la historia de cómo, recién llegado Nelson Mandela a la presidencia de Sudáfrica, ve en el rugby un potencial punto de encuentro entre las etnias y razas que forman el país, desgarrado por decenios de política racista. Los blancos ven el rugby como una religión y los negros como un símbolo de opresión, pero poco a poco, con gestos políticos y sociales, Nelson Mandela logrará cambiar la opinión mayoritaria del pueblo. 




Como contrapeso en la historia tenemos al capitán de la selección de rugby, François Pienaar, que se ve deslumbrado por la personalidad del carismático dirigente y poco a poco va cambiando su forma de ser (parece que bastante moderada al principio, según la peli, a diferencia de muchos de sus compañeros). 

En resumen, es una historia de superación como muchas que hemos visto en las pantallas (Rocky, Seabiscuit, Titanes, Un domingo cualquiera...) aderezada con la mística de Nelson Mandela. Poco más hay que contar, porque la peli se basa exclusivamente en esos dos personajes, Mandela y Pienaar, pero le falta bastante de todo lo demás. Ni la épica ni la espectacularidad de Un domingo cualquiera, que sería de agradecer, porque a veces es un pelín aburrida. Así que al final dejé pasar los aprox. 105 minutos de metraje hasta llegar al final, bastante previsible como no podía ser de otra forma.

Morgan Freeman está más que correcto en su interpretación del líder sudafricano, y puede estar orgulloso de haber encarnado en las pantallas a Nelson Mandela, el presidente de los Estados Unidos de América y al mismo Dios. Incluso imita la forma de caminar, saludar y sonreír de Mandela. 

Por su parte, Matt Damon hace uno más de esos papeles a los que ya nos tiene acostumbrados en la última década. Es el nuevo James Stewart. Es el nuevo Tom Hanks. Es el yerno que todos querríamos tener. 

Para el recuerdo, la escena en que la selección sudafricana va en autobús a un suburbio marginal negro en las afueras, no recuerdo si de Ciudad del Cabo, Johannesburgo o Pretoria, y aquellos blancos grandotes se dan cuenta de que los niños son niños, independientemente del color de su piel. De fondo suena Osiyeza, del gran Johnny Clegg. 






domingo, 15 de enero de 2012

Resumen 2011

Como todos los años por estas fechas más o menos, repasamos las lecturas que hemos tenido ocasión de hacer, siempre exceptuando tebeos y revistas...

Primero los fríos números que, para 2011, aportan un total de 29 libros y casi 11.000 páginas. Si comparamos con el pasado año, he leído menos libros pero más gordos...

  • El año empezó muy bien, con La dama del lago del polaco Andrzj Sapkowski. Un brillante colofón a la saga del brujo, Geralt de Rivia. Aunque la estrategia comercial de Alamut es bastante discutible desde el punto de vista de un consumidor (dos tomos en lugar de uno solo volumen, para cascarnos unos 42-43 euros en lugar de los normales 25).
  • George R.R. Martin puso la siguiente, Canciones que cantan los muertos. Brillante colección de cuentos cortos que todos los aficionados a la ci-fi deberían leer. Adecuados para esos trayectos muertos en tren, autobús (si no te mareas) o esperas en aeropuertos.
  • Arturo Pérez - Reverte aporta El Asedio y El puente de los asesinos, más la relectura de Corsarios de Levante. Mientras que el capitán Alatriste es un valor seguro que cotiza al alza en el mercado de mis gustos, El asedio da la sensación de que te lees casi 800 páginas para ventilar la historia en cincuenta, con un final demasiado agrio para mi gusto.
  • Otro valor seguro es Terry Pratchett. Este año han caído El regimiento monstruoso, genial alegato antibelicista, Ronda de noche, una soberbia historia de la Guardia ambientada en el pasado cercano del comandante Vimes, Cartas en el asunto, una de esas historias de Pratchett ambientadas en Mundodisco pero que no tiene como protagonista a ninguno de los habituales y ¡Zas!, otro soberbio y genial alegato, en este caso antirracista. Creo que tanto ¡Zas! como Ronda de noche son de los mejores volúmenes de la ya larguísima serie (más de 30) del Mundodisco, mientras que los otros dos están bastante cerca, así que... cualquiera de ellos son must have.
  • También ha habido tiempo a la literatura de no-ficción. Tenía interés en leer el librito de Juanma López Iturriaga, Antes de que se me olvide, y no me defraudó si no es por su reducida extensión (y comparativamente hablando, elevado precio). El segundo intento ha sido Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que trata del 23-F y que por eso también me ha gustado tanto.
  • He tenido tiempo para dedicar al buen doctor, Isaac Asimov. Un volumen de Cuentos completos, siempre interesante por ser un maestro de este tipo de narraciones y que nunca defrauda. El primer volumen de La Edad de Oro, un interesantísimo ensayo sobre el descubrimiento sucesivo de Los gases nobles, y ese ejercicio que es la colección de relatos de misterio de Los viudos negros, que ya había leído hará más de veinte años (joé con la cifra). 
  • Poco he leído de John Grisham todavía. Este año, Causa Justa, un poco ni chicha ni limoná, más allá de pasar un rato entretenido.
  • Como ni chicha ni limoná es, al final, La caída de los gigantes, del galés Ken Follet. No sé qué me pasa últimamente con el hombre del tupé blanco, pero esos enormísimos tochos que se gasta podrían adelgazar soberanamente si le quitara toda la paja que les mete. Si en Un mundo sin fin podrían ser, perfectamente, 200 páginas, en este serían casi otras tantas. Tiene su público, pero yo no sé si me gastaré el dinero en comprar el siguiente volumen... Depende de lo que haya en Círculo.
  • Mi incursión en la fantasía nacional ha sido un poco decepcionante. La guerra por el norte, de Guillem López, no llega. Mucho trabajo pero poco contenido, creo yo. Y la edición es francamente mejorable.
  • Tenía ganas de leer algo de Blasco Ibáñez. Me decidí por Cañas y barro, más que nada porque algo recordaba de la serie que emitió TVE cuando yo era un crío (o sea, hace más de 30 años, ¡toma!). Bueno, no defraudó. 
  • Mundo Anillo, de Larry Niven llamó mi atención porque tiene los premios Hugo, Nebula y Locus, algo al alcance de muy pocos. Aunque fue un poco decepcionante porque el libro se sostiene casi exclusivamente en la descripción de la superestructura que es el Mundo Anillo y poco en la historia en sí. Bastantes años después escribió la continuación (Los ingenieros de Mundo Anillo, que he leído y todavía no he reseñado aquí) y otras más (Trono de Mundo Anillo, Herederos de Mundo Anillo). La serie pierde progresivamente interés, perdido el efecto sorpresa.
Guardo para el final las decepciones y fracasos rotundos de este año, que también los hay.
  • Se lleva la palma la Trilogía de Teutoburgo, con El último querusco, Liberator Germaniae y La batalla del destino. Una prosa densa, aburrida y trufada de términos pseudointelectuales, así como fallos garrafales en la datación de personas, animales o cosas, hacen que el resultado final sea bastante malo. Pésimo, diría yo. He tenido que echar valor para terminarla. Tanto que la tríada capitolina de mis autores "preferidos" se compone de Dan Brown, con Artur Balder a su izquierda y la dupla Del Toro / Hogan (Nocturna) a su derecha.
  • Otra gran decepción ha sido El clan del oso cavernario. No estaba preparado para leer las peregrinas hipótesis que formula y de las que ya hablé en la entrada correspondiente y en la de El valle de los caballos. La más que dudosa recreación de la era de las cavernas, donde parece que todos son tan altos, tan rubios, tan listos, tan guapos, tan perfectos, tan... arios, tampoco ayuda al conjunto...
  • Robert E. Howard ha dejado de ser un valor seguro, ha perdido la triple A. Cabeza de Lobo es decepcionante al compararla con el resto de su obra.
  • Finalmente, Crimen y castigo, de Dostoievski. Un ladrillo de cuidado que ha llegado a la consideración de Clásico. Me costó acabarlo bastante.
 El balance del año es más o menos equilibrado, aunque los libros de Balder, tan cercanos al fin de año, han supuesto que lo haya terminado con una cierta sensación de ¡madre mía! Pero hay libros bastante buenos antes y los habrá también, después.

Ahora mismo estoy pendiente de terminar Trono de Mundo Anillo, para cambiar de registro antes de ponerme con el último de la serie.  Aún no tengo decidido si los reseñaré todos a la vez o uno a uno... Depende de las ganas que tenga.

En mi mesa tengo varios libracos: uno sobre Sherlock Holmes (por cierto, prodigiosa la serie de la BBC; hablaremos de ella); Numancia, de José Luis Corral, que venía con una revista; Pequeños hombres libres y Un sombrero de cielo, de Pratchett; Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo (ya puede ser bueno porque es un tocho de cuidado); y El temor de un hombre sabio, la esperada continuación de El nombre del viento, de Rothfuss. Entre medias, veré lo que encuentro por ahí.

sábado, 7 de enero de 2012

Pequeños suspiritos azules

Los pitufos, esos pequeños seres azules, con barretina blanca, pantalón-calcetín que deja al aire una pequeña colita redonda, con un vocabulario más bien reducido en el que el verbo pitufar parece tener múltiples acepciones y que viven en setas (¿?), conocieron Nueva York en este año pasado de 2011, más de cincuenta años después de nacer de la imaginación del dibujante belga Peyo y tras haber pasado por los dibujos animados en una inolvidable serie que vi por televisión hará unos nosécuantosaños. 



No entraremos en las posibles connotaciones oscuras de una comunidad de 100 varones que están dirigidos por un "papá" pitufo y que cuenta solo con una "pitufita" (si aceptamos que el pitufo presumido es, probablemente, de género masculino).

En esta nueva revisión se mezclan actores reales con los pitufos, que han sido generados por ordenador con un gran grado de realismo, todo hay que decirlo. El argumento, bastante típico de las historietas de tebeo, se basa en que un grupo de pitufos huye por un puente entre su mundo y el nuestro, perseguidos por su archienemigo Gargamel y el gato Azrael. 

Casualidades de la vida, el extremo de este puente interdimensional, se encuentra en un lago de Central Park, en Nueva York. Debido a azares del destino cuya probabilidad estadística raya el cero absoluto, nuestros amigos llegarán a casa de una dulce pareja joven que, por supuesto, acabará encariñándose con estos pequeños suspiritos azules. Este afán colaboracionista los meterá en bastantes líos, encabronando al chico pero también radicalizando el afán maternal de la chica en cuestión. 

No falta de nada en este cóctel de gambas: persecuciones, momentos tiernos, momentos de cabreo, malo maloso y final feliz. Incluso hay unas cuantas secuencias rodadas para su exclusivo lucimiento en las tan cacareadas 3D (algún día hablaremos de esto, lo prometo). 

En cuanto al reparto, como actores reconocidos o medianamente conocidos, nos encontramos a Doogie Howser, un médico precoz (o sea, Neil Patrick Harris, el crápula de Cómo conocí a vuestra madre) en un papel bastante plano, y a Hank Hazaria (cómico americano que es voz en Los Simpson desde que el mundo es mundo) en una gran caracterización de Gargamel. Del resto, poco más hay que decir. 

En cuanto a la integración de actores reales con personajes generados por ordenador, en bastantes ocasiones parece que los actores no saben exactamente dónde tienen que mirar. O sea, que el resultado no está excesivamente logrado.

En cualquier caso, la película cumple: entretiene a los niños y es soportable para los padres. Podemos darle un cinco, sin ruborizarnos.


miércoles, 4 de enero de 2012

Thorgal Aegirsson

No solo de Marvel y DC vive el comicófago. 

Hay vida más allá del Capitán América, Batman, Spiderman, Linterna Verde o La Patrulla -X. 

Esa vida está en Europa, con una larga tradición de colecciones y autores, algunos de los cuales han dado el salto a la industria americana (es el caso de Moebius y su visión de Estela Plateada que, como curiosidad, es materia de discusión entre dos marineros en el submarino de la peli Marea Roja - Denzel Washington, Gene Hackman). 

Estéticamente y argumentalmente, el cómic europeo suele ser más completo que el yanqui, aunque supongo que para gustos están los colores. De hecho, diría que más del 90% del cómic que yo consumo es americano y el resto es patrio o europeo. De este último, el que más he disfrutado es el personaje de Thorgal. 

Es un vikingo atípico, más deseoso de retirarse a un lugar apartado con su mujer y su hijo que de guerrear y saquear. Rescatado del mar por los hombres del norte durante una noche de tormenta, fue bautizado como Thorgal Aegirsson por el dios del trueno, Thor, y por Aegir, rey de los mares en la mitología nórdica.

Durante nada menos que 29 álbumes, somos testigos de sus peripecias en compañía de su mujer Aaricia y de su hijo Jolan. Veremos personajes más oscuros, como Gandalf el Loco o Kriss de Valnor (villana recurrente de la serie y que pondrá en aprietos a nuestro héroe), amigos como Tjall el Impetuoso o Arghún Pie de Árbol. Visitaremos lugares exóticos y lucharemos contra criaturas míticas.

El nivel de la serie es, y se mantiene, muy alto. Pero poco a poco empiezo a desconectar ante el giro de la trama, que pierde ese sabor fantástico e histórico para hacerse más evidente el sesgo ci-fi que estaba latente en la historia. 

Jolan desarrolla ciertos poderes psíquicos que dan base al gran álbum Alinoë. Estos poderes tienen un origen sorprendente, porque tanto Thorgal como Aaricia no son lo que parecen ni lo que ellos han pensado siempre. Su herencia se aclara en la serie de El país de Qä, iniciada con el grandísimo álbum de Los arqueros, dándose de bruces con su origen extraterrestre. 

A partir de aquí la cosa se disparata un poco para mi gusto, aunque mantiene la coherencia de los guiones y la calidad del dibujo. 
Comenzando en el número 30, es Jolan el que toma el peso de la narración, coincidiendo con la sustitución del guionista Jean Van Hamme por Yves Sente. No he llegado hasta aquí, así que no sé si continuan mereciendo la pena.

En resumen, hay una serie de álbumes de gran calidad e incluso los que no llegan a esta excelencia están bastante bien. La serie es altamente recomendable para cualquier aficionado al cómic.

Como no quiero poner material protegido para ilustrar esta entrada, creo que será mejor enlazar a la página web y así podréis juzgar por vosotros mismos.