sábado, 21 de julio de 2012

El lector de cadáveres

A veces elegir el pedido del bimestre en el Círculo de Lectores es como jugar a la lotería: te puede caer un premio gordo (por ejemplo, el descubrimiento de Patrick Rothfuss y El nombre del viento), una aproximación o una pedrea.

El lector de cadáveres me sonaba algo, pero aunque me llamó la atención en varias ocasiones, al final optaba siempre por otro título. Hasta que un mes no tuve mucho donde escoger y me decidí a pedirlo. 

No me arrepiento.



Ambientado en lo que es más o menos la China de los siglos XII y XIII (antes de las invasiones mongolas, en cualquier caso), la dinastía Song del sur. Un período de tiempo fascinante, pues aparece en ella el papel moneda, la pólvora o la brújula o, ojito a esto, la imprenta de tipos móviles, que no serían redescubiertos en el mundo occidental hasta varios siglos después. 

El protagonista de la historia es Song Cí (el primer nombre corresponde a la familia, el segundo al individuo), considerado el padre de la ciencia forense (el primer Grissom, vamos). En El lector de cadáveres se nos muestra como un joven con una fantática capacidad de observación que pone al servicio de sus estudios y de su progreso en la burocracia del estado. También sufre una rara enfermedad que hace que no sienta dolor (sus terminaciones nerviosas no mandan los mensajes al cerebro), lo que no dejará de tener su utilidad. Bueno, probablemente esta cualidad no sea más que un recurso dramático del autor (Antonio Garrido, español para más señas).

Sobre su figura, y en el marco incomparable de la capital del Reino, Antonio Garrido construye una gran historia que se va complicando hasta convertirse en un verdadero rompecabezas que el lector va descubriendo junto con el joven Cí. 

El desarrollo es más que adecuado y la división en pequeños capítulos ayuda a dar agilidad a la lectura y a mantener el interés del lector. En mi caso, como mi conocimiento de la cultura oriental es más bien mínima, aprendí mucho durante la agradable lectura.

Y para qué hablar del final, que me pilló desprevenido. Antonio Garrido da la solución y, mientras lo lees, te das cuenta que no ha habido trampa ni cartón. Todo estaba ahí desde el principio, lo que pasa es que no lo has visto. Me podía oler algo, pero no llegué a descubrir todo el meollo. 

Es una pena que no haya apenas datos sobre Song Cí, porque por lo poco que se sabe tuvo que ser un personaje fascinante. Y yo pensaba que todo era inventado, por cierto...

Ahora que llega el veranito, El lector de cadáveres es una buena opción para pasar el rato, mientras nos tostamos en la playita o en la piscina. 

Vamos a darle un siete, que para ser la primera vez que leemos a Garrido no está nada mal.

Por cierto, lo peor del libro es la portada de la edición del Círculo. Una katana no es una espada china, al menos que yo sepa.

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