domingo, 10 de marzo de 2013

Anuntio vobis gaudium magnum

Habemus papam!

Uno de los temas de actualidad, parece que el próximo martes 12 de marzo de 2013 comenzará el cónclave que tiene que elegir al sucesor del papa Benedicto XVI. Según san Malaquías será el último papa de la Cristiandad. Todavía se está estudiando qué tienen que decir los mayas al respecto...

No voy a hablar de los problemas que deberá afrontar el nuevo papa porque... doctores tiene la Iglesia, que dijo el otro.

Voy a hablar de una película que viene muy al hilo de esto: Las sandalias del pescador. Película que habré visto cinco o seis veces y que todavía me fascina, adaptación cinematográfica de la novela del mismo título.



Tiene un reparto de lujo: Anthony Quinn es Kiril Lakota; Lawrence Olivier es el premier soviético Piotr Ilich Kamenev, David Janssen es el reportero George Faber y Oskar Werner (protagonista de la adaptación de Fahrenheit 451), es el padre David Telemond.

La historia seguramente es conocida por todos: el arzobispoLakota es liberado tras pasar dos décadas en un campo de trabajo soviético. Recibido en Roma por el papa, es creado cardenal. Lo que resulta vital para el progreso del argumento, porque el papa se muere y Lakota es cardenal elector. Y hay que ver que resulta elegido como el primer papa no italiano desde Adriano VI (en el siglo XVI). Además es un papa ruso, en plena guerra fría.

El cardenal Lakota, que toma el nombre de Kyril I, está lejos de ser el muñeco que parecía al principio y no se deja manejar por la curia, ni por los soviéticos, ni por los americanos... Con criterio propio y gran humanidad, se desgrana el argumento de la película. Que se complica con una crisis internacional que resulta en una grave amenaza de guerra entre China y la Unión Soviética, en la que se ofrece a mediar jugándose su prestigio personal y el de la Institución que representa. 

Son 162 minutos de metraje que a mí no se me hacen para nada largos. Porque aparte de la macrohistoria que se narra, tenemos múltiples microhistorias llenas de humanidad y que hacen disfrutar al espectador. Se entremezcla la historia del reportero americano, en una espiral de destrucción matrimonial, con la del padre Telemond, investigado por ideas presuntamente heréticas y que además está gravemente enfermo. 

Resulta entrañable la forma en que el papa habla con su camarero. Resulta inspiradora la historia del prisionero Lakota, que roba pan para dar de comer a otros prisioneros o que no hubiera dudado en matar si hubiera sido necesario, porque un pastor debe proteger a su rebaño (revolucionaria idea, quizá más propia de la teología de la liberación). O la forma en que improvisa una oración hebrea para consolar a un moribundo. 

Detalles que se quedan en la memoria, como el mensajero de Piotr Ilich Kamenev que regala al nuevo papa una cajita con tierra de Ucrania y un mensaje que cita de memoria. Como de memoria cita la respuesta, incluyendo pausas y tonos. 

El final quizá sea lo menos creíble de todo, pero es satisfactorio con el resto.

Y gran parte de su interés viene porque desgrana los detalles que ocurren tras la muerte y elección de un nuevo papa, con una sencillez magistral, pero a la vez con rigurosidad histórica. 

Como curiosidad, se adelanta en diez años (es de 1968) a la elección de un papa no italiano y además del bloque del este.

Otra curiosidad es que un motivo similar para la crisis mundial que se desencadena, lo toma Frederick Forsyth en su La alternativa del diablo

Finalmente, el actor que encarna al papa, Sir John Gielgud, también hace de papa en Escarlata y negro (con Gregory Peck y Christopher Plummer, también muy recomendable).

Para mí no hay dudas. Las sandalias del pescador es una película de nueve. Un peliculón. En cambio para los votantes de Imdb es una peli de 6,7. Demostración de falta de criterio de un colectivo que pone un 6,1 a pelis del montón como Outlander.

No hay comentarios:

Publicar un comentario