martes, 26 de marzo de 2013

Intocable

Poco cine francés he visto: Astérix, alguna de Juan Morenó (Jean Reno para los gabachos), Chocolat y alguna cosa más. Poco.

Pero el cine francés tiene un je ne se quois que engancha. Películas sencillas, pero con poso, de esas que te cuentan una historia y te tienen enganchado a la pantalla. Y lo logra sin gran pirotecnia de efectos especiales. Para ser sinceros, no necesitan ni un mísero petardo.

Pues Intocable es una más de esas peliculitas francesas con poso, historia y personajes. En este caso un tetrapléjico multimillonario y su, digamos, ayuda de cámara que en la película es un senegalés negro (claro, cómo iba a ser si no....) de nombre Dris, un poco antisistema, aprovechado, vago y algo gárrulo, cuyo objetivo en la vida era mantener el subsidio del paro.



Por su parte, el tetrapléjico multimillonario blanco (claro, cómo iba a ser si no...), de nombre Phillipe, necesita que lo hagan todo por él y está hastiado de la vida, que se ha convertido en poco más que ver el tiempo pasar, hasta que le llegue el momento de partir.

Sus vidas se entrecruzan de forma casual. Y cada uno se contamina del otro, hasta que lo que empieza como una relación meramente profesional se convierte en sincera amistad. 

Vale, no es nada original. Hemos visto este argumento cienes y cienes de veces. Normalmente en películas americanas que tienen una sobredosis de moralina. En cambio, Intocable es, en ese aspecto, intachable. Toca la fibra del espectador, pero lo hace de una forma natural, sin recurrir a artificios, giros inesperados o escenas que descaradamente busquen ese efecto. 

Intocable es una película honesta, sencilla, que atrapa de una forma que pocas veces he visto o sentido. 

Y lo mejor de todo, es que está basada en una historia real.

Por todo ello, Intocable se merece un fantabuloso ocho y mi más enérgica recomendación. Ahora sí, no tengo ni idea de por qué se titula así.

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