miércoles, 5 de junio de 2013

Flores para Algernon

Había oído hablar de este clásico de la ciencia ficción, mucho y bien, pero no había tenido ocasión de leerlo hasta ahora. Vaya por delante que mi experiencia con la ci-fi, fuera de Asimov, se reduce bastante y que quizá por eso mis gustos estén condicionados a lo más habitual.

Flores para Algernon, de Daniel Keyes, fue primero una novela corta publicada en 1959 que luego el propio autor decidió alargar, publicándose de nuevo en 1966. En su versión corta, fue premio Hugo de 1960. La versión larga, por su parte, fue premio Nebula. Palabras mayores.

Primera edición (Fuente: Wikipedia)


Cuenta la historia de Charlie Gordon, un joven de 32 años, retrasado intelectual, que es seleccionado para ser sujeto de un experimento médico indicado para aumentar la capacidad de personas como él. La ilusión de volverse listo, aprender y ser aceptado por la sociedad como uno más, es la mayor de sus motivaciones.

Antes de seguir leyendo, quedas advertido de que es difícil hablar de la historia sin dar suficientes pistas para saber por dónde va a ir la cosa.  A partir de aquí, sigue bajo tu responsabilidad. Luego no digas que no te he avisado.

El libro está escrito en forma de diario, en el que Charlie nos va contando sus progresos y sus vivencias. Es original y ayuda al lector a identificarse con el protagonista. Si además el estilo con el que redacta se adapta al supuesto nivel intelectual de Charlie, tenemos un collage ciertamente interesante.

No contaré mucho de la historia, más allá que Charlie se va dando cuenta de cómo eran de verdad los que suponía sus amigos al tiempo que se nos van monstrando escenas de su infancia y la relación con sus padres y su hermana. Es en estas escenas donde nos encontramos momentos que directamente encogen el corazón, tanto por su crudeza como por, en ocasiones, su ternura.

La personalidad de Charlie es bastante curiosa. Vemos también ese anhelo permanente por encajar en su entorno, las dificultades que encuentra para ello y esa falta de cariño a la que se ha tenido que acostumbrar. A la larga, la frustración se va adueñando de él. No va a ser feliz, ni mucho menos.

El último tercio del texto, más o menos, se hace duro de leer. El desenlace, aunque no lo cuente aquí, es bastante previsible. De llegar a enemistarte con Charlie por la forma en que trata a la gente una vez operado y "en perfecto estado de revista", pasaremos a sufrir con él y por él.

El final, muy tierno, cierra perfectamente el círculo.

No he hablado de Algernon. Es el ratón de laboratorio con el que al inicio del experimento comparan a Charlie y, en muchos sentidos, su único amigo de verdad. Al morir Algernon, Charlie lo entierra en el patio trasero del bloque donde vive, llevando flores a su tumba.

Llama la atención la forma de tratar el estado de represión sexual en el que se encuentra Charlie. No hay que olvidar que el cuento corto se escribió a finales de los cincuenta. Es por eso que en bastantes ocasiones el libro ha sido censurado (wikipedia dixit).

No me ha defraudado, aunque para ser sinceros he leído relatos que me han gustado más. Pero sin duda es una muestra de la buena ciencia ficción que se escribía en los buenos viejos tiempos.

No puedo menos que darle un ocho, con perspectiva positiva.

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