domingo, 14 de julio de 2013

Hasta el infinito ¡y más allá!

Hoy toca una mezcla de etiquetas. Pensaba escribir algo sobre uno de los libros que he leído hace poco, La conspiración lunar, ¡vaya timo! de Eugenio Fernández Aguilar, pero pensando un poco lo que iba a decir, se me ha ocurrido alguna que otra reflexión.

Fuente: Web de la editorial

Para empezar, no conozco nada del autor, únicamente me llamó la atención el título y me hice con el libro, que forma parte de la colección ¡Vaya Timo! de la Editorial Laetoli. 

El que nos ocupa es un librito breve, quizá demasiado, que no llega a las 200 páginas. Así que tampoco puede pedírsele un grado de detalle medianamente satisfactorio. Se reduce a un listado de 50 hipótesis que aquellos iluminados que creen que el hombre nunca llegó a la Luna utilizan para poner en tela de juicio la gesta. 

Hagamos cuentas: menos (bastante menos) de doscientas páginas; 50 hipótesis. Hay que quitar el prólogo, la breve historia de la carrera espacial y la bibliografía... Vamos, que nos quedan apenas dos o tres páginas por cada uno de los puntos que toca...

Poco, demasiado poco...

Así que el librito es recomendable si no tienes nada más a lo que echar mano. Quizá para una tarde de playa o de camping. Créeme, no durará mucho más. 

Ojo, no digo que el objetivo del librito sea otro. Solo que apenas da el gusto de comenzar con el meollo de la cuestión, se acaba. Por lo menos en la bibliografía hay bastantes direcciones de internet en las que poder bucear algo más (entre ellas, claro está, la de la NASA). 

¿Y cuál es la reflexión?

Hace unas semanas se anunciaba que una empresa estaba buscando candidatos para un viaje a Marte con billete de ida. Que la vuelta iba a ser que no. Y se presentaron miles de ello en unos días, incluso pagando la tasa de inscripción. 

Este es un ejemplo más de lo que la Humanidad ha hecho desde siempre: buscar la última frontera. 

Primero fue el siguiente río. Luego, el siguiente valle. Después, el siguiente continente. Más tarde, los océanos... Hasta que todo el planeta había sido visitado al menos una vez y parecía que ya no había sitio a dónde ir. Entonces la Humanidad miró al cielo y vio el siguiente destino en su camino a lo desconocido.

Hubo cierta suerte. La carrera espacial coincidió con la guerra fría, así que los ríos de dinero que se necesitaban para poner en marcha todo el tinglado estaban asegurados, por uno y otro lado. 

Los soviéticos comenzaron con ventaja: el primer satélite, el primer ser vivo, el primer hombre, el primer paseo espacial, la primera mujer... Así hasta que a JFK se le puso una obsesión en la cabeza: "poner un hombre en la Luna antes de que acabe la década". 



No fue fácil. Hubo muertes. 

Aún hoy tenemos que maravillarnos de que se llegara a destino en una nave frágil que, según dicen, tenía un 50% de probabilidades de no despegar de vuelta. Similar a las frágiles naves del siglo XVI, que dieron la vuelta al mundo. O a los frágiles esquifes que utilizaron los polinesios para llegar a la isla de Pascua, la más alejada de tierra firme. Todo hay que ponerlo en su justa medida. Todo hay que relativizarlo.

Una vez conseguido, la gesta fue languideciendo al tiempo que los intereses de las superpotencias iban a otros escenarios. Hasta que el programa se abandonó por completo.

Ahora se vuelve a escuchar un cierto interés en volver a la Luna. Se dice que los chinos quieren visitarla, o que resulta ser un punto ideal desde el que partir hacia Marte.



Siguiente parada, Marte.

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