jueves, 15 de agosto de 2013

La ley del mínimo esfuerzo

Iba yo ayer por la calle, pensando en mis cosas y tratando de organizar cómo voy a ir redactando las entradas que llevo pendientes cuando caí en la cuenta de que llevamos semanas oyendo críticas a la nueva Ley de Educación que impulsa el malvado ministro Wert. A pesar de todo lo que ha salido en la televisión, el debate parece que se centra en si es justo que una nota mínima de 6,5 sea necesaria para acceder a las becas.

No voy a entrar en disputas políticas. Ni siquiera voy a entrar a valorar una ley de la que, sinceramente, desconozco todo. 

Pero siguiendo con esta reflexión, llegamos al meollo que hoy quiero contar: la cultura del esfuerzo parece que no está valorada como antes. 

Yo soy de la EGB, el BUP y el COU. Soy de la época en que si suspendías dos asignaturas no pasabas de curso. Y si repetías más de dos veces, te ibas del colegio. Una época en la que el esfuerzo tenía un sentido: la recompensa. Si estudiabas, aprobabas. Si aprobabas, pasabas de curso. Si sacabas buenas notas, optabas a una beca.

No digo que fuera un sistema perfecto, pero por lo menos inculcaba una ética de trabajo. De manera inevitable, algunos quedaban atrás. Pero es que no queda más remedio si queremos que el sistema avance, que los que sí mantienen el ritmo continúen obteniendo las bases para alcanzar los siguientes niveles.

A nuestra clase política le dio un ataque de corrección política, así que la reforma que trajo la ESO también trajo una reducción del nivel de los estudios, no solo a través de los contenidos, sino de los mínimos exigidos. Y nos encontramos niños de diez años que a duras penas saben leer.  O a chavales de catorce o quince años que piensan que haciendo un trabajo que copiarán de internet, pueden dar la vuelta a un suspenso de campeonato; lo que en mi época se llamaba Muy Deficiente. 

Mientras estaban en los colegios e institutos, iba tirando la cosa. Pero luego llegaban a la Universidad y allí se llevaban el gran bofetón de realidad. Llegaban sin estar preparados, pero manteniendo una filosofía que les había valido durante doce años. 

Me han contado casos de alumnos que habiendo sacado un 0,3 en un examen llegan a la revisión con pretensiones de aprobar. Y si esto no funciona, intentan que cuele lo del trabajo (que copiarán de internet). 

O de casos en los que los propios miembros del claustro rebajan el nivel de sus expectativas y de sus contenidos. Más en el caso de asignaturas que no son troncales, porque ahora el profesor universitario es más un comercial que vende su producto que un profesor. Porque si la asignatura es difícil, los alumnos no se matriculan. Y si no hay matrículas, la asignatura no se renueva en el programa y el profesor pierde su trabajo... Y así, vuelta a empezar.

He oído el caso de una familia que denunció a la Junta de Andalucía por no otorgarle el título de la ESO a su hija. Título que no se merecía, tal era el carro de suspensos que llevaba la criatura. Y resulta que ganaron esa reclamación y su hija tendrá un título que no se ha ganado. 

¿De qué sirve el autoengaño?

No quiero pensar en la clase de profesionales que se están formando en nuestras aulas. No quiero tampoco pensar en el mensaje que se está mandando a los alumnos que sí se esfuerzan. 

¿Becas? Por supuesto. Todos aquellos que quieran estudiar deben tener una oportunidad y más si sus circunstancias socioeconómicas no ayudan, pero también deben aprender que esa oportunidad no es gratis. Que hay que ganársela. Tienen que demostrar que el esfuerzo que la sociedad pone en ellos tiene que tener un sentido. Porque asumámoslo: no es lo mismo que yo me dedique a tirar el dinero de mis padres a que me dedique a tirar el dinero que la sociedad aporta a través de sus impuestos. Estoy seguro de que mis padres me hubieran retirado la "beca" si yo no hubiera ido quemando etapas en los estudios.

En resumen, tienen que darse cuenta que para obtener algo hay que esforzarse por conseguirlo. Y luego, esforzarse por mantenerlo. 

No sé por qué eso es políticamente incorrecto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario