domingo, 27 de abril de 2014

El artista

Bastante más tarde que la mayoría, pero con idéntico interés, vi en casa la película, muda y en blanco y negro The Artist, la que arrasara en los premios internacionales hace un par de años.

No sé si fue por eso, por las buenas críticas, por los premios, por la aureola de gran película que se había construido a su alrededor, pero me parece una película sobrevalorada. Valiente, sí, pero sobrevalorada. 



La historia es bien conocida: una estrella del cine mudo, George Valentin (Jean Dujardin), no es capaz de subirse al carro del cambio que supuso la aparición del cine sonoro y ve cómo su mundo se derrumba a su alrededor. Al mismo tiempo, la cándida Peppy Miller (Bérénice Bejo) se sube al tren del cine sonoro, convirtiéndose en la gran estrella del momento. Los destinos de ambos se entrecruzan continuamente, hasta que pasa lo que es inevitable...

Poca cosa más, aparte de lo ya dicho: la valentía del director de proponer una película como esa en los tiempos que corren de los ordenadores, personajes virtuales, captura de movimiento y efectos especiales. 

Es de destacar, además, la interpretación de los dos actores principales, sobre todo de ella, con esa sonrisa de boca de buzón que hace que la vida sea un poco más luminosa. 

Entretenida, sí. Pero lejos de ser la cinta que salve el séptimo arte. Supongo que la gran campaña de publicidad ha inflado el globo más allá de lo que sería razonable. Eso y que es una peli francesa. Si hubiera sido española, con Antonio Resines como Valentin y Belén Rueda como Peppy Miller, lo más probable es que hubiera  pasado sin pena ni gloria por esas salas de dios. Incluso aunque la calidad hubiera sido la misma. No me cabe duda.

Pues eso, un seis alto. Seguro que lastrada por esa sensación de decepción, que en realidad no es culpa suya.

El del bigotito y la de la boca de buzón en el anuncio Freixanet de 1928


Y una escena para el recuerdo (y un spoiler, avisados estáis): cuando George Valentin, convaleciente en casa de Peppy, da con la habitación en la que ella ha guardado todos los bienes que él se ha ido obligado a subastar para subsistir. Sin saberlo él, la dulce Peppy le ha estado cuidando desde la distancia.

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