jueves, 17 de abril de 2014

XII Certamen Teseo

Hace unos días se han hecho públicos los resultados del XII Certamen Teseo de Microrrelatos, organizado en elmultiverso.com. Como es habitual, una pregunta a responder: ¿Cómo termina realmente el cuento?

La vencedora ha sido Calmercita Feroz, con un Y bebieron perdices al que le dí mi segunda puntuación. Tuvo el mérito de que recibió votos de todos los participantes, hasta los 28 puntos.

En esta ocasión he participado con dos relatejos de a quinientas palabras cada uno. El primero, Colorín, colorado, tira del recurso de dar una vuelta de tuerca a un clásico. Gustó, pero también hubo críticas a algunos palabros utilizados. De manera consciente, he de decir, pues quería darle un punto de sordidez como contraste al oropel de cuento de hadas. Hay un punto débil en la trama, pero ese no lo diré...

El segundo, Fundido a negro, es un toque de cifi light, un poquito de Desafío Total y de novelas del oeste de a veinte duros en el quiosco de la esquina. También gustó, aunque las críticas iban por el lado de la dificultad para entender bien el cuento. La verdad es que le hacen falta unas cuantas palabras más. 

¿El resultado? Ambos empatados en 6ª lugar (de 14 micros presentados), con diez puntos y una puntuación máxima cada uno. No está mal, el tercer puesto final se quedó a solo cinco puntos.

Aquí los dejo:

COLORÍN, COLORADO 
El viento azotaba su rostro y las riendas se empapaban de la sangre que teñía de rojo el vendaje improvisado, pero no pensaba en aflojar el furioso galope de su cabalgadura.

Sin mirar atrás, concentrada en el camino que discurría a lo lejos bajo la luz de la luna menguante, se permitió un breve gesto de debilidad y se limpió al tiempo lágrimas y mocos con el dorso de la mano buena.

La rabia contenida dejó tras de sí un cierto sentimiento de liberación. Tantos años de sufrimiento y humillaciones habían llegado a término. A medida que se alejaba de aquel castillo de ensueño, era más libre para volar, olvidar y tal vez rehacer su vida con un campesino de buen corazón y mejillas coloradas.

Tenía que admitir que al principio había sido feliz. Una corta temporada, eso sí, desde que él la eligió entre las bellas más bellas del reino hasta el momento en que descubrió que se tiraba a todo lo que se movía, sin importarle edad ni condición social, ni las noches que ella pasaba sola en la gran cama con dosel, envuelta en frías sábanas de seda, mientras esperaba que él volviera de otra de sus juergas.

Muchas veces pensó escupirle a la cara su desprecio. Otras tantas lo pensó mejor y se hizo la dormida cuando sentía abrirse la puerta de su alcoba. Ojos que no ven, pensó. Pero la rabia y los celos crecían en su interior.

Hasta que se armó de valor, urdió un plan y decidió llevarlo a cabo.

Aquella noche todo había discurrido como siempre, pero el purgante que había comprado a aquella anciana plagada de verrugas, hizo el efecto esperado. Él no pudo irse de aventuras, como tantas otras veces. Su viaje más largo fue el de ida hasta el excusado, mientras se agarraba las tripas que parecían escurrirse entre sus piernas.

Cuando estuvo segura de que él se encontraba concentrado en su tarea más urgente, se levantó con sigilo y se acercó hasta que pudo verle a la luz tenue y temblorosa de una palmatoria, entre gruñidos de esfuerzo y jadeos de dolor, sudando como un verraco.

A oscuras en su alcoba, sin mirar siquiera, cogió lo que tenía más cerca sobre la repisa de la chimenea. El tacto suave trajo a la vez dulces recuerdos y una sensación de seguridad que le vino muy bien para no flaquear y reafirmarse en su propósito.

Respiró hondo y se precipitó en la habitación maloliente y en penumbra, sin darle siquiera tiempo de revolverse. Golpeó con saña, de arriba hacia abajo, tan fuerte que el arma homicida se hizo añicos y cortó la suave palma de su mano, que comenzó a sangrar en abundancia

Él cayó sin vida a sus pies.

El tacón de aguja clavado en la nuca era lo único que quedaba de su zapatito de cristal.



FUNDIDO A NEGRO 
La orgía de tiros había cesado y algunos vecinos asomaban las narices por detrás de los visillos de las ventanas. Los hermanos McCoy yacían sobre la calle polvorienta, aquejados de una fatal indigestión de plomo. Otros dos sicarios, también fiambres, no habían podido ni desenfundar.

Pasaba un minuto del mediodía cuando el sheriff Flanagan vomitó hasta las gachas del desayuno, los nervios atenazados en la boca del estómago. Ni un rasguño. Había tenido suerte.

A su izquierda, Doc se tenía en pie a duras penas en medio de un violento ataque de tos, con su pálido rostro de tísico perlado de sudor y un hilo de sangre en la comisura de los labios. También parecía ileso.

Una breve inclinación de cabeza fue el reconocimiento mutuo al trabajo bien hecho. Estaban vivos, y eso era lo importante. Matt Flanagan, sheriff de Tombstone, miró al cielo y dio gracias al buen Dios por ello.

Pero cuando volvió a casa y vio el grupo de personas que se apretujaba frente a la puerta, intuyó que algo iba mal. Se abrió paso a empujones y puñetazos para entrar en su hogar. Ante sus ojos, una escena dantesca: Jen y la pequeña Claire en el suelo, cubiertas por su propia sangre y a su lado el indio, uno de los secuaces de los McCoy, con un cuchillo de cocina entre las tripas. ¡Bien por Jen, valiente hasta el final!

Debió haber sospechado cuando no vio al indio junto a esos rufianes. Ahora ya era tarde para lamentarse, pero…

***** 
Todo estaba oscuro.

—Ahora, señor García, vamos a desconectarle de LIFE y traerle de vuelta —dijo una voz que parecía proceder de todas partes al mismo tiempo—. Es posible que se encuentre un poco desorientado, pero pronto pasará.

***** 
—Le ruego que acepte nuestras disculpas, señor García —dijo el hombre trajeado, cariacontecido como si de verdad le importaran Jen y Claire—. Naturalmente, tendremos que depurar varios millones de líneas de código, pero solucionaremos el bug de programación —prosiguió, más animado—. Por supuesto, usted está invitado a disfrutar de la reapertura…

Antonio García asintió, ausente, mientras acariciaba el holograma de su mujer y su pequeña. El resto del discurso de aquel lameculos se convirtió en un murmullo sin sentido.

***** 
Camino a casa en otra tarde gris, lluviosa, plúmbea.

El aerocoche flotaba con suavidad. Era como volar, a baja altura, pero sin baches ni turbulencias. Se podía pensar, dejar vagar la mente sin rumbo fijo.

Pero los pensamientos de Matt Flanagan volvían siempre a aquella fatídica mañana en Tombstone. La soledad y la tristeza golpearon con saña sus tripas, como tantas otras veces.

Desactivó el modo automático y tomó con suavidad la palanca de control, ignorando el aviso luminoso en el salpicadero.

Poco a poco, pero con firmeza, el aerocoche se desviaba hacia el exterior del carril magnético que tenía asignado, hacia la barrera de protección que circundaba la aeropista.

Cerró los ojos.

Todo estaba oscuro.

13 comentarios:

  1. Me han gustado mucho los 2. Además de la longitud de los relatos, ¿tienen algo en común para participar en ese certamen?

    Te sigo por aquí, ya que no eres tuitero.

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  2. Los relatos tienen que contestar a una pregunta, que propone el organizador (el ganador de la edición anterior). Aparte de eso, y de la longitud (máx. 500 palabras), lo demás es libre.

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  3. Ufff, quinientas máximo; a mí me sería muy difícil adaptarme a eso.

    Buenos micros. ¿Qué palabras criticaron del primero?

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    1. Algunas expresiones, más bien: limpiarse los mocos, que el príncipe sudara "como un verraco", o que "se tirara a todo lo que se movía". No sé, quizá no casen bien con el tono del resto del relato...

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    2. La verdad es que desentonan un poco con el tono elevado que elegiste; pero si fue consciente, me parece bien.

      Quizá quitando adjetivos y siendo más directo... No sé. Es una pena que por unas pocas expresiones no llegase a gustar más.

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  4. Los micros no son lo mío, pero dentro de eso me han gustado los dos. Y el segundo se entiende, no te preocupes, aunque a lo mejor es cierto que estaría aún mejor si hubieses tenido más espacio.

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    1. El segundo parte de una idea para dos mil palabras o así... demasiado condensado para mi gusto, pero me apetecía escribirlo...

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  5. No se puede decir más con menos palabras. Me han gustado. ¿Era un jurado amish al que le sonó raro "limpiarse los mocos"? ¿y "sudar como un verraco"? ¡qué ofensivo!
    La verdad, con un micro de 500 palabras resulta muy difícil decir más de hola... qué tal ... adiós.

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    1. No es que sea ofensivo, hermano. Sino que parece que el tono general cambia con demasiada brusquedad...

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  6. ¿Qué coño hacen unos zapatos de cristal sobre una repisa? ¿Se ventilaban? ¿No había un buen candelabro de bronce a mano?

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    1. También te has dado cuenta tú, ¿no?
      Pero me asombra que te pares en ese detalle y no pienses qué clase de persona se pondría unos zapatitos de cristal... pues la misma clase de persona que luego los dejaría en una repisa :-P

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  7. Yo vagaba por ahí cotilleando blog literarios, y de pronto me topo con un micro que me resulta familiar...
    :D
    No me acuerdo la puntuación exacta que le dí a "colorín, colorado", pero sigue siendo mi favorito de los dos ^^
    Saludos.

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  8. ¡Belagile!
    ¡Qué sorpresa! Encantado de tenerte por aquí

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