domingo, 19 de octubre de 2014

La ladrona de libros

En la Alemania de 1938, la pequeña Liesel Meminger viaja en tren junto a su madre y su hermano. Cuando éste muere, es enterrado junto a las vías y Liesel recoge un pequeño libro: el manual del sepulturero.

Así empieza La ladrona de libros, una deliciosa película, una tragicomedia, que cuenta la historia de Liesel desde que es dada en adopción al matrimonio Hubermann. Las razones de por qué la madre de Liesel debe abandonarla se explicarán en la película, así que no entraré en ello aquí. 

Ante Liesel se abre un nuevo mundo lleno de sorpresas. El señor Hubermann es un buen hombre y, cuando descubre que la pequeña apenas sabe leer, se afana en enseñarla. Al principio utilizan el manual del sepulturero, luego consiguen otros libros que leer. Siempre juntos, en el sótano de la casa, donde apuntan las palabras nuevas que van descubriendo. 



La señora Hubermann, aunque trata de evitarlo, también es una buena mujer. Seria, dura en ocasiones, pero demostrará tener un corazón de oro.

Los años que les han tocado vivir no son recomendables para las gentes de buen corazón, y la vida de los tres se volverá del revés cuando el joven Max, judío, llama a su puerta en busca de ayuda. El señor y la señora Hubermann sabían que este momento, tarde o temprano, llegaría: Max viene a cobrarse una deuda de vida, de allá por la Primera Guerra Mundial. Enfermo de gravedad, Max se convertirá en el eje sobre el que gira la vida de los Hubermann y de Liesel, que se desviven hasta que el joven se recupera.

Asi que los días de Liesel pasan entre el temor y la lectura, y los juegos con su amigo, el vecino Rudy Steiner, que desde el primer día la defenderá de los insultos de aquellos que no tienen dos dedos de frente. A él se debe el título, cuando la ve salir con una brazada de libros prestados por la esposa del dirigente local del Partido (ya sabemos cuál).

Los pequeños momentos de una familia


Pasan los años, la vida se hace más dura y el señor Hubermann es llamado a filas. El miedo en general se convierte en un miedo más concreto, más concentrado. Liesel tiene miedo de perder al que ha sido lo más parecido a un padre para ella. Temores infundados, porque el viejo Hans vuelve a casa a los pocos meses, esta vez para quedarse.

No debo contar más. El final es triste, muy triste. Se me escaparon varias lágrimas, lo cual es algo embarazoso cuando estás viendo la película en un autobús lleno de gente. Por fin sabemos a quién pertenece la voz del narrador que nos ha acompañado en todo el metraje, y más nos valdría no haberlo descubierto nunca, porque con ese conocimiento se nos escapa la inocencia. 

Con sus grandes ojos y sus tirabuzones rubios,
Liesel es la viva imagen de la inocencia.


Me encantó. La historia, los personajes y la interpretación, sobre todo de la pequeña Sophie Nélisse (Liesel) y de Geoffrey Rush (el señor Hubermann). Lo tiene todo. 

Un nueve y mi recomendación.

1 comentario:

  1. Una película para poner al lado de Amelie, Young Frankenstein, Labyrinth, Enemigo Mío, The Princess Bride,... y todas aquellas películas que forjaron nuestro carácter.

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