domingo, 30 de noviembre de 2014

Caperucita roja

Estamos en una fase en la que parece que la imaginación de los guionistas y directores de cine sufre un poquito y tienen que buscar otros campos de inspiración. De un tiempo a esta parte abusan de remakes, adaptaciones de libros, tebeos o cuentos populares. 

Evidentemente, Caperucita roja pertenece al último grupo: la adaptación de un cuento popular conocido por todos al que, para satisfacer a todos los públicos, se le da un giro inesperado acorde a los tiempos que vivimos. 

En el cuento está la niña, la abuelita, el leñador y el lobo. En la película tenemos los tres primeros elementos y, además, un hombre-lobo, licántropo, lobisome o como queramos llamarlo. Nada mal para los tiempos que corren, ¿no?



Un pueblo que tiene un acuerdo con la bestia, a la que sacrifican animales cada luna llena a cambio de que las deje en paz. Hasta que la bestia vuelve a matar y se monta una buena. Para aderezar un poco el tema, pongamos un amor correspondido y otro no correspondido que debe ser reconocido por el buen nombre de la familia. Pongamos una paternidad discutida. Añadamos un sacerdote un tanto fanático (Gary Oldman, muy bien como casi siempre). 

Y añadamos una estética bastante interesante, con suaves tonos grises y marrones en el que la capa roja de Caperucita resalta como la sangre en una copa de agua. A todo esto, sumemos los enormes ojos de la protagonista, Amanda Seyfried, para terminar de dar color al cuadro. 





El resultado es entretenido, aunque quizás un poco previsible. No es una peli que quede en el recuerdo, pero sí ayuda a pasar el rato. Un seis.



domingo, 23 de noviembre de 2014

Anonymous

En los últimos tiempos ha habido diversas teorías que ponen en duda la existencia física de William Shakespeare. O, al menos, que el William Shakespeare real sea el escritor de las obras que figuran a su nombre. 

Sesudos análisis estilísticos, de vocabulario, conocimientos sobre países extranjeros que un humilde actor y escritor que nunca, que se sepa, salió de Inglaterra, no pudo obtener. 

La película Anonymous se basa en estas teorías y las utiliza como excusa para recrear el marco histórico de principios del siglo XVII, durante los últimos años de reinado de Isabel I, la Reina Virgen (que, como tal, falleció sin descendientes). 

La cinta se soporta en una extremada verosimilitud en el vestuario y decorados, además de contar con brillantes interpretaciones: Vanessa Redgrave (la anciana reina Isabel), David Thewlis (el Remus Lupin de Harry Potter se convierte en el poderoso William Cecil), el para mí desconocido Edward Hogg (el jorobado Robert Cecil, hijo del anterior y heredero de su poder); Rafe Spall (un deleznable William Shakespeare) y, sobre todo, Sebastian Armesto (en el papel del que será el depositario de la confianza del verdadero autor de Macbeth, el también afamado dramaturgo Ben Jonson) y Rhys Ifans (el conde de Oxford y el personaje elegido por la película como el hombre detrás de la pluma de las obras de Shakespeare.


El espabilao que se lleva los aplausos sin pegar sello


¿Quién se lo iba a decir a Rhys? De salir en slips en la ñoña Notting Hill a soportar con su presencia la mayor parte del peso argumental de una película histórica.

Me encantó además comprobar el buen estado de salud de Derek Jacobi, el inolvidable Claudio de la adaptación de la BBC de las novelas de Robert Graves, allá por los años setenta. 

El albacea, que respeta los deseos del autor por locos que sean


Mediante continuos saltos adelante y atrás en el tiempo, se nos explica una historia mucho mayor que quién escribió qué, aunque la pasión de Oxford por la escritura y lo imposible de su aventura, es un poderoso motivador de lo que está por venir. 

Como siempre, no contaré mucho más. Solo que, si bien en imdb cuenta con un 6,9 de nota media, par mí es sin duda una película notable que merece la pena, a pesar de un final con cierto regusto amargo. Mucho mejor, sin duda, que la ñoña Shakespeare in love.

Si las conspiraciones son ciertas, soy incapaz de entender qué puede llevar a un autor, que ha escrito piezas de notable calidad a base de esfuerzo e inspiración, piezas destinadas a ocupar un lugar sin par en la Historia de la Literatura Universal, a dejar de saborear el merecido éxito y dejar que otro sea el beneficiario de su trabajo.

Escribiendo hasta que se le caigan las pestañas por, literalmente, amor al arte

viernes, 21 de noviembre de 2014

Favoritos de la fortuna

Colleen McCullough es una señora australiana, con pinta de abuelita de dibujos animados de Silvestre y Piolín, que además de El pájaro espino (inolvidable Richard Chamberlain en su adaptación televisiva en los ochenta), es la autora de una serie de novelas históricas ambientadas en  la Roma de las postrimerías del segundo siglo y casi todo el primer siglo antes de nuestro Señor Jesucristo. 

¿He visto un lindo gatito?


Una de las etapas más apasionantes, de la Historia, por cierto. Años, décadas, en las que la poderosa Roma se da cuenta (más bien sus élites) de que las estructuras de la República no son suficientes para garantizar el buen gobierno de un imperio cada vez mayor. Una época en la que, como durante la Atenas de Pericles, se suceden las grandes figuras que siglos después aún perduran en nuestra memoria: Cayo Mario, siete veces cónsul y reformador del anticuado ejército republicano hasta convertirlo en una de las máquinas militares más perfectas de la Historia; Lucio Cornelio Sila, dictador; Cneo Pompeyo Magno, brillante militar; Marco Licinio Craso, el hombre más rico de su tiempo, a quien su soberbia le costó cara en Carras; Quinto Sertorio, lugarteniente de Mario y que dio un lugar preponderante a la Hispania de entonces; Quinto Tulio Cicerón, defensor de la República ante el conspirador Catilina y probablemente el mejor abogado y escritor en lengua latina hasta la llegada de...

Siete veces cónsul, ahí es nada


...Cayo Julio César, un hombre hecho a sí mismo cuyo nombre es sinónimo de Emperador en muchos idiomas y que también sirvió para nombrar una delicada operación para facilitar el alumbramiento en embarazos difíciles... Su vida fue larga para los estándares de la época: cincuenta y seis años, cuando la esperanza de vida no llegaba a los treinta. Pero fue muy corta para hacer todo lo que hubiera podido. Pocas veces en la Historia de la Humanidad se dieron, en la misma persona, la capacidad para hacer cualquier cosa y la voluntad de hacer cualquier cosa. Y, cuando eso sucedió, el fulgor nunca llegó a apagarse.

Divus Iulius


Creo que se nota que la Historia de Roma en general, y este período en particular, me apasionan. Como me apasionaron los libros de la abuela McCullough: El primer hombre de Roma, La corona de hierba, Favoritos de la fortuna, Las mujeres de César, César y El caballo de César. Me falta Antonio y Cleopatra, pero no tardará en caer, espero. 

Recuerdo que mis amigos me compraron el primero de la colección hace bastante tiempo. Fue un regalo de cumpleaños. Los demás llegaron detrás y hoy ocupan un lugar de honor en mi biblioteca. Mi único pesar, no poder tenerlos todos de la misma colección, así que conviven ejemplares bastante distintos entre sí. Me da igual.

No son libros fáciles de leer. No esperéis descripciones de batallas a lo Posteguillo ni diálogos livianos. Por el contrario, la recreación del momento histórico es fundamental, tanto que debería advertirse en las contraportadas de una posible sobredosis de verosimilitud histórica. 

Por eso mismo no me atrevo a recomendarlos. Pero sé que, si te apasiona el tema, no te defraudarán. 


sábado, 8 de noviembre de 2014

Los transformers de Michael Bay

No, todavía no he podido ver la que es la cuarta entrega de la serie Transformers de Michael Bay, La era de la extinción. A decir verdad, no creo que la vea; al menos hasta que la pongan en cualquiera de las múltiples cadenas de televisión que hoy disfrutamos. 

Vi Tranformers (la primera) con cierta añoranza de la serie de dibujos animados que ponían cuando era un chavalete. Nunca fui muy aficionado a los tebeos, pero sí pasaba el rato viendo a Megatron y a Optimus Prime por la tele. Por cierto, no recuerdo qué fue lo primero: los juguetes o los tebeos. Tengo la vaga idea de que los tebeos vinieron después, pero no podría jurarlo...

Decía que vi Transformers con añoranza. Una añoranza que se fue diluyendo de una forma bastante lamentable a medida que corría el metraje y me mareaba entre explosiones, la cara de papanatas de Shia LaBeouf y las curvas de Megan Fox. Ni siquiera los efectos especiales de los robots me sacaban del encefalograma plano. Menos mal que por ahí andaba el hilarante personaje de un tal John Turturro que mantuvo el tipo y me permitió alguna que otra carcajada.

La segunda entrega, La venganza de los caídos, fue bastante peor. La misma cara de papanatas de Shia, las mismas curvas pero más mala leche de Megan y, gracias a Dios, el mismo hilarante John Turturro. El sacrificio del personaje de Shia para resucitar a Optimus fue lacrimógeno, pero por vergüenza ajena más que por profundidad de sentimientos.

Como suele suceder en estos casos, ya todo solo podía ir a peor. Aparece John Malkovich (quién te ha visto, quién te ve) en un papelito para pagar las facturas y al papanatas le cambian de maciza (Rosie Huntington), que se pasa la peli con cara de palo y poniendo morritos. ¿Sabéis lo peor? Que ni siquiera recuerdo nada del personaje de Turturro. Hasta he tenido que ver el listado del reparto en imdb para contrastar que también estaba. 

En todas ellas, el frenético movimiento de cámara. Maldita sea, se está poniendo de moda y yo me planteo ir al cine dopado de biodramina. ¿Como será sufrirlo en 3D? Se me ponen los pelos como escarpias. 

Con este panorama, ¿para qué gastar dos horitas de mi tiempo? Mejor dedicarlo a otra cosa, antes que ver La era de la extinción.

Por ejemplo...


martes, 4 de noviembre de 2014

True detective (T1)

True detective, Rust Cohle y Marty Hart, o Matthew McConaughey y Woody Harrelson. 

Un asesinato, en apariencia ritual, cerquita de Nueva Orleans (humedad, calor y sudor para ambientar). La cosa se complica, las ramificaciones llevan a sitios ensospechados. Un cierre en falso. Años de languidecer hasta que el interés se reactiva. Un par de personajes. Flashbacks. 

Ocho capitulazos de una serie que engancha desde el principio. Quizá no por la historia, que a mí se me volvió un poco demasiado farragosa con tanto salto adelante y atrás, y con las complicaciones del caso. 



Todo empieza y termina en ellos

Pero merece la pena porque es una serie de personajes. Cohle y Hart están muy lejos de ser los personajes planos o, como mucho, apenas definidos a los que estamos acostumbrados. Muy al contrario, están plagados de aristas, de matices que enriquecen el cuadro hasta que nos atrapa, muy a nuestro pesar. No sabría decir cuál me cae mejor, porque lo bueno es que ambos tienen sus buenos y sus malos momentos. Los amas y los odias. Los comprendes y los miras como si fueran extraños, alucinados, alienados. Y quizá sea un poco de todo eso, porque la serie los trata también con dureza, mostrando sus miserias. 

Si tuviera que elegir, quizá me quedaría con Hart (Harrelson). Es más cercano, más humano. Cohle es tan frío a veces, tan racional, que puedes dudar de que sea humano. Pero Hart, con sus problemas con la bebida, con sus problemas con su mujer (la también impresionante Michelle Monaghan), sus infidelidades, su mal genio...

Ay, esa libretaza...

Confieso que entré en ella más por su fama que por verdadero interés, pero no me arrepiento para nada. El trabajo de estos dos atrapa desde el principio. Ambos han marcado un hito en sus respectivas carreras, pero quizá sea Matthew McConaughey quien mejor pueda sacarle provecho, porque ha dejado atrás sus tiempos de actor de comedia romántica o de acción de medio pelo para mostrar un registro que pocos sospechábamos en él.

En imdb le dan un 9,3. Yo, aunque me ha gustado mucho, lo dejo en un ocho alto.

Curiosamente para la segunda temporada han cambiado de pareja protagonista. Colin Farrell (Alejandro Magno) y Taylor Kitsch (John Carter) lo tendrán crudo para igualar a este par.