martes, 11 de agosto de 2015

47 ronin (yo no los conté)

En  largos viajes en autobús desde Gijón a Madrid da tiempo a hacer muchas cosas. Como además ahora cada pasajero dispone de una pequeña pantalla TFT en la que seleccionar películas, documentales o series, no hace falta depender de lo que ponga el conductor en el reproductor de video sino seleccionar lo que más llame la atención.

Como tenía pendiente de ver esta, La leyenda del samurai (47 ronin), me puse a ello.  



La historia está basada en una historia real de los siglos XVII - XVIII en el Japón del shogunato: el señor Asano es embrujado por su enemigo, el señor Kira, para dejarle en evidencia ante el shogun. Es luego condenado por este a cometer seppuku y, como consecuencia, los samurais que de él dependían se convierten en ronin. El señor Kira se hace cargo de la provincia de Asano y de la hija de éste. Los ronin se conjuran para vengar a su señor como último deber hacia él. 

El protagonista, Keanu Reeves, es un mestizo mitad humano y mitad criatura mágica que ha vivido en la corte del señor Asano desde que era niño, haciendo frente al desdén de los samurais. Pero como es el protagonista, la cosa cambiará cuando se den cuenta de que también el bushido es el motor de su vida. Una pena que Keanu no deje ni un momento su cara de palo y su mirada de permanente perplejidad, como si no tuviera ni idea de lo que está haciendo ahí. 


Color y brillo


En el aspecto visual, la película es brillante. Desde el vestuario hasta la luminosidad de los escenarios y paisajes. En contraste con ello, la suciedad y oscuridad del enclave holandés en el que Oishi, el lider de los ronin, debe ir a buscar al personaje de Keany Reeves. De un lado, el refinamiento oriental. Del otro, la barbarie occidental. Nada cambia, amigos. 

Como espectacular es el dragón blanco que aparece hacia el final de la película. Un Mushu (de Mulan) hipervitaminado o, mejor, como un Fuyu (de La historia interminable).

Inquietante...

Otra cosa buena es que aunque el metraje es apreciable (118 minutos), no se hace (demasiado) larga. No aburre, vamos, aunque algún que otro pasaje sí se pueda considerrar algo pesado. 

En resumen, un bien. No es para tirar cohetes, pero se deja ver.

Si Keanu dejara por un rato esa cara de palo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario