domingo, 13 de marzo de 2016

El Ceniciento

Cinderella Man es una de esas películas que tienen facilidad para tocar la patata aunque en el fondo no cuenten gran cosa. Y Ron Howard es un maestro en esto.

En esta ocasión, cuenta la historia de James Braddock, un boxeador de los de antes, nacido en la Cocina del Infierno (no la del chef Gordon Ramsey, no, la de Daredevil, el Hombre sin Miedo) de Nueva York. Considerado mayor por los promotores, ya no tiene oportunidad de pelear y se busca la vida en el puerto como estibador. Hasta que por una carambola del destino, se le ofrece pelear contra el vigente campeón del mundo, Max Baer.

Una historia un poco ñoña, si no fuera por los guantazos de la pelea

Todo estaría bien si no fuera porque Baer es un fanfarrón que no deja de golpear aunque el rival esté claramente vencido, con tal brutalidad que alguno de ellos ha muerto a sus manos (nunca mejor dicho). 

Así que la espera transcurre entre la esperanza de conseguir una vida mejor y el miedo a que Braddock sea una víctima más del salvaje Baer. 

Añadamos a esto que Braddock es el aspirante del pueblo, que ve en él un ejemplo de superación en la época de la Gran Depresión. Y para dar un poco más de pena, tiene una mano un poco malita.

La pelea es de lo mejor que se ha rodado en el cine de boxeo. No solo es vibrante y creíble, sino que mantiene el sabor añejo de los años treinta. Es, probablemente, lo mejor de toda la peli. 

El final no vamos a contarlo aquí, pero conociendo al amigo Ron Howard no creo que haga falta. Bastante moralina de sueño americano como para llenar un camión. A eso hay que arriegarse, aquí en la vieja Europa, para poder ver una pelea ficticia rodada como si fuera una de verdad. 

Al parecer la peli se toma bastantes licencias en aras de la "dramatización". Max Baer no era un tipo tan odioso como aparece en la cinta. Al menos, no más que los campeones de ahora. Pero claro, estas películas se basan en la confrontación del bueno (normalmente en inferioridad de condiciones) con el malo (sobrado) para alimentar la tensión y la satisfacción posterior del espectador. 

En cuanto al elenco, Russell Crowe es el protagonista, aún resacoso de las tormentas de Master and Commander y, sobre todo, del subidón de Gladiator. Su mujer está encarnada por Renée Zellwegger, pero con su cara de antes (la verdad que no habría mucha diferencia). Ambos no transmiten demasiado, como suelen hacer en el resto de sus películas. 

La mejor interpretación, de lejos, de la película es la de Paul Giamatti en el papel del mánager de Braddock, Joe Gould. Él hace todo lo posible por mantener a flote a la familia Braddock y consigue la pelea con Baer. Protagoniza la mejor escena de todo el metraje, cuando él solo le venda las manos a Braddock en la intimidad del vestuario, antes de la pelea. Paul Giamatti es, sin duda, uno de los secundarios del momento y por sí solo levanta una película. 


Ahora un piquete de ojos y ya es tuyo, chico


Cinderella Man es para aficionados al boxeo, pero también para los que gusten de pasar un rato entretenido. No es una peli inolvidable, pero tampoco hay que pedirle nada más. Un aprobado.

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