domingo, 25 de septiembre de 2016

Puerto escondido

Últimamente en Círculo de Lectores solo van cayendo novelas de autores españoles o latinoamericanos. No es algo premeditado, sale así cuando después de revisar la revista toca hacer la selección de cada dos meses. A veces ganas, a veces pierdes, a veces ni fú ni fá.

Puerto escondido es una novela, la segunda, de María Orduña, escritora para mí totalmente desconocida, abogada de profesión y natural de Vigo. Parece ser que está preparando su tercera novela, la segunda de lo que parece será una serie a partir de Puerto escondido, como si fuera una Asa Larsson cualquiera.




El libro comienza bien. Un tal Oliver, londinense recién separado de su pareja, se desplaza a comprobar los avances de las obras que está realizando en la casona de Suances (Cantabria) que pretende convertir en un hotel rural. Allí, el capataz le hace partícipe del descubrimiento del cadáver embalsamado de un bebé recién nacido. Para acabar de poner salsa al comienzo, aparece también otro cadáver en el puerto, esta vez de un señor mayor y recién asesinado.

Así que el bueno de Oliver se va a ver metido en un buen lío cuando la Guardia Civil meta las narices en su vida, ya que por supuesto resulta extraño que estas cosas pasen cuando un inglesito aparece en tan tranquilo pueblo. 

Asistimos entonces al progreso de las pesquisas, intercalado con un segundo hilo argumental que comienza, qué casualidad, el mismo día que comienza nuestra Guerra Civil y materializado en el diario de alguien que no sabemos (es un decir...). Por supuesto, ambas líneas argumentales van convergiendo en el tiempo y el espacio hasta que... y hasta aquí puedo leer. 



Este es uno de los libros que dan un resultado de ni fú ni fá. La autora utiliza una prosa con predilección por los adjetivos y las comas. Una predilección que en ocasiones resulta cargante y que saca al lector de la historia. ¿Pero qué hace esa coma aquí? es algo que me he preguntado bastantes veces a lo largo del libro. 

Eso en lo formal, porque la historia, si bien empieza de forma bastante interesante, pierde fuelle a lo largo de las páginas y termina por proporcionar una resolución que se ve venir desde lejos. Pero desde bastante lejos. Leí un buen puñado de páginas en modo automático, porque ya sabía quién era el autor del diario y de los asesinatos. Y si yo he sido capaz de verlo tan pronto...

Bueno, a veces hay que pasar por estas cosas lo más rápido posible para emigrar a campos más verdes e historias más interesantes...

¿Hace falta que lo califique?

lunes, 12 de septiembre de 2016

Constantine

John Constantine es un maestro de las artes oscuras, atormentado por su pasado, malhablado y casi alcohólico. Quién no lo sería si fuera capaz de ver e interactuar con entidades tanto del Cielo como del Infierno. 

John Constantine es un personaje del comic Hellblazer que luego pasó a ser adaptado al cine en  una película de Keanu Reeves que no he llegado a ver. Pero sí he visto ocho capítulos de la fallida serie de televisión estrenada en 2014 - 2015.


Buf... no hay color...
Diré que estuve a punto de no seguir adelante después del primer episodio, pero llegué hasta el último que he podido conseguir (el octavo) y no me arrepiento de ello. De hecho, la cosa se ponía interesante con una conspiración que parecía tener su centro en la chica guapa de oscuro pasado que le acompaña en sus aventuras y que tiene el don de la visión lejana (sí, la televisión, pero más molona y dando más miedito). 

Y es que hay capítulos muy interesantes, como el del predicador que resucita después de ser mordido por una serpiente de cascabel o el de la banshee en un convento de Méjico.

Ángeles, demonios, ritos vudú... en algunos momentos parecía que estaba viendo Expediente X, pero todo estaba introducido en virtud de una malsana lógica interna de la serie que era, por otra parte, bastante coherente.

De izquierda a derecha: el ángel, el prota, la chica guapa y el inmortal


Añadamos que tuve la suerte de verla en versión original. Suerte porque el personaje de John Constantine está lleno de matices y señas de identidad: camisa blanca, corbata negra fina muy ochentera, pelo rubio, su afán por fumar y beber y su cerrado acento inglés que da soporte a un cinismo muy suyo.

Sin duda lo mejor de la serie es el personaje. Quizá los mismos guiones no funcionarían si quitáramos al John Constantine aquí representado. Quizá todo quedaría muy tonto con Keanu Reeves. O sea, que todo un acierto el galés Matt Ryan, al que se ha podido ver más bien poco (unos capítulos aquí y otros allá, pero poco continuado).

¿Que si tengo fuego?

Una pena que la serie fuera cancelada. Hubiera aguantado bien un par de temporadas, hasta ver en qué quedaba todo eso que se estaba preparando...

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Elon Musk, el visionario que nos llevará a Marte

El desarrollo de la Humanidad avanza imparable a través de los siglos. Sin embargo, de cuando en cuando, aparecen personajes adelantados a su tiempo que facilitan saltos exponenciales en el progreso tecnológico. Personajes que inventaron el fuego, la rueda, la escritura, la pólvora, la brújula, el astrolabio, el sextante, la imprenta de tipos móviles... Personajes como Newton, Einstein, Turing, Hawking...

Puede que Elon Musk sea considerado en el futuro como uno de esos personajes. 

Podría ser un cyborg, pero es Elon Musk


Aún relativamente joven, es el fundador de Paypal y otras empresas de esas que venden "humo" (aún no entiendo cómo empresas de ese tipo pueden llegar a valer las millonadas que se barajan) antes de fundar Tesla, la empresa que fabrica coches 100% eléctricos cuyas prestaciones no tienen nada que envidiar a coches deportivos tradicionales. Además con un modelo de negocio particular, en el que el vehículo en sí viene a tener una licencia abierta a otros fabricantes, siempre y cuando utilicen baterías de Tesla. Porque, claro, el negocio está en las baterías y no en el coche. 



Bueno, pues este hombre tiene otra empresa que se dedica a la industria aeroespacial: Space X. Esta empresa ha sido la primera que ha conseguido lanzar un cohete impulsor y recuperarlo en una plataforma a tal fin en el océano. ¿Esto qué implica? Una reducción significativa de los costes de poner satélites y tecnología en órbita planetari. Poner al alcance de muchos lo que hasta ahora viene siendo un coto privado.

¿El objetivo? Llevar una tripulación a Marte. O lo que es lo mismo, poner un pie en el umbral de una casa nueva. Las implicaciones de todo esto son fascinantes, aunque evidentemente la exploración extraplanetaria no será eficiente hasta que no se descubran nuevas formas de impulsión que nos liberen de los motores de combustible químico, en cualquiera de sus formas, y que nos acerquen lo más posible a una velocidad asumible de viaje. 



Hace unas pocas semanas parece que se ha descubierto un planeta potencialmente habitable orbitando una de las estrellas del sistema Centauri, a poco más de cuatro años luz de distancia. Pero, aún así, tenemos que admitir que el encanto práctico es prácticamente nulo si el viaje (de ida y vuelta, preferiblemente) tiene que durar décadas o centurias. 

Quizá Elon Musk se convierta en un multiplicador de impulso. Estaría bien. De momento se está haciendo un nombre en los medios de comunicación, cada vez más familiar para la gente de casa. Igual ocurre con sus marcas Tesla o Space X. 

Ojalá estemos ante las bases de un futuro esplendoroso. Como aquel descrito en tantas historias de ciencia ficción de los primeros tiempos.