domingo, 3 de septiembre de 2017

Donde los escorpiones

Lo último de Lorenzo Silva, de Bevilacqua y Chamorro, transcurre en Afganistán. O sea, donde los escorpiones, durante la intervención española en aquella guerra que lo fue en todo menos en nombre. 

Resulta que en la misión española se sucede el asesinato de uno de los militares allí destinados y nuestros bravos protagonistas se ven enmarronados para tratar de esclarecer el espinoso asunto, porque no deja de ser espinoso que en una base militar aparezca un fulano degollado sin que nadie sepa nada de nada.



La novelita (por ajustada en cuanto a su longitud, nada peyorativo) de Lorenzo Silva sigue el mismo patrón de las anteriores entregas de la serie, poniendo en situación al lector y dando un poquito más de relieve a los protagonistas (a los dos principales, Bevilacqua y Chamorro, porque los otros secundarios siguen siendo un poco planos). Además, a la habitual puesta en escena del caso y sus ramificaciones, tenemos que añadir la preparación del viaje a la zona de guerra, un viaje que se resuelve con relativa rapidez para evitar que la tensión decaiga.

Una vez allí, es interesante la descripción de la zona, de las relaciones entre los destacamentos de diferentes nacionalidades y con los locales, destacando siempre la situación de privilegio que tienen los muchachos de los Estados Unidos.

Y, como novedad, aprendemos un poco de las diferentes empresas de seguridad, mercenarios de hoy en día, que se encargan de distintos servicios en la zona, servicios que se definen con una sucesión de eufemismos para dar a entender sin nombrar.

No deja de ser curioso la forma de hacer la guerra hoy en día.

Este no es Bevilacqua. Es Silva


Pero volvamos a Donde los escorpiones.  La verdad que, más allá de la ya atractiva descripción de la realidad diaria de los soldados en Afganistán, el caso que se nos presenta es de los mejores que he podido leerle al autor. Con la diferencia además de que el culpable no se nos va a presentar hasta casi el mismo final en un giro argumental solvente y, en apariencia para mí, sólido. O por lo menos satisfactorio.

Añadiré que es de agradecer que Lorenzo Silva no haya caído en la tentación de hacer a nuestros sufridos protagonistas partícipes de una ensalada de tiros, a pesar de que el traslado que realizan durante la novela parecía estar dispuesta a, precisamente, eso. Pero no, me equivoqué y me alegro por ello.

Donde los escorpiones, para pasar un rato de lectura agradable, sin pretensiones.

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