domingo, 8 de octubre de 2017

Drakensang

No suelo acabar los juegos que empiezo: no tengo paciencia, o me atasco en algún punto concreto que, después de echarle un tiempo a intentar solucionarlo sin éxito, hace que pierda el interés y a otra cosa. 

Drakensang, la adaptación al mundo del videojuego del juego de rol alemán Das schwarze Auge (El ojo negro), sí lo he terminado y ha acabado gustándome, a pesar de que el inicio fue bastante complicado debido a las reglas tan diferentes a las que estoy acostumbrado. Por ejemplo no hay un límite de conjuros mágicos al día, sino que cada uno de ellos tiene un coste de puntos de magia, tanto más alto como el nivel del conjuro (algunos son escalables) y su duración, así que podremos lanzarlos mientras tengamos una reserva de puntos mágicos que se recuperan con el descanso (muy lento en combate) o con pociones.

Para empezar, debemos crear personaje: lo tendremos que seleccionar de una pequeña galería con unos cuantos personajes pregenerados, separados por profesiones. Bastante tiempo eligiendo hasta decantarnos por la opción menos mala: un elfo con capacidad para lanzar algunos conjuros y no especialmente bueno en combate aunque pueda repartir alguna que otra torta. Y luego, de cabeza en Aventuria, el mundo de juego, sin apenas conocer nada al respecto.


La mecánica del juego tiene bastantes puntos interesantes, como la posibilidad de recolectar hierbas y plantas o de obtener materiales de los animales, todo ello para ser utilizado por diferentes habilidades de fabricación: pociones, herrería, armería... A la larga suponen un gran ahorro económico que nos permitirá invertir nuestros dineros en otras cosas menos mundanas. 

Como en todos los juegos similares, se empieza con un personaje de nivel 1 que da bastante pena, cogiendo todo lo que encuentras (literalmente, incluyendo clavos oxidados y manzanas podridas) para poder revenderlo y sacar un dinerillo que luego poder invertir en mejorar. Luego, según avanza el juego, el dinero se nos sale por las orejas y muchas cosas acabarán desparramadas por el suelo porque no tendremos sitio para llevarlo.

Llevaremos una partida de cuatro personajes incluyendo al principal, que podremos combinar como queramos para sacar el mejor partido a las habilidades del grupo.

La historia es bastante lineal, a pesar del buen número de misiones secundarias: recibiremos una invitación de nuestro buen amigo Ardo, solo para descubrir que ha sido asesinado y nos ha dejado todos sus bienes, incluyendo su mansión en la ciudad de Ferdok. A partir de ahí, la investigación de su asesinato se entremezclará con las apariciones del Culto del Dragón y nuestras peregrinaciones para obtener reliquias poderosas que nos ayudarán en la lucha contra ellos.

El aspecto gráfico no es precisamente espectacular, sino bastante parecido a los Neverwinter Nights que jugamos hace ya algunos años. Como tampoco es espectacular la banda sonora, muy alejada de Baldur´s Gate

A pesar de todo esto ha resultado bastante satisfactorio, aunque mucho menos original que sus antecesores Realms of Arkania, allá por finales de los años noventa, en los que la partida de personajes se podía dividir o podían morir de gripe o de una pifia al tratar las heridas.


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